Hay lugares que han tenido una importancia vital para la subsistencia del ser humano en el pasado y que, por unas circunstancias u otras, están traspasando el velo que precede a las sombras del olvido. Uno de esos lugares se encuentra entre las provincias de Madrid y Toledo, en un barranco, de nombre Valdelachica, que desemboca en el valle del río Jarama. Es allí, en un entorno de cerros yesíferos, donde están ubicadas las salinas de Espartinas, topónimo quizá adquirido por la gran cantidad de espartales que cubren su suelo semidesértico. Espartinas no es un sitio de fácil acceso, a pesar de estar cerca de núcleos poblacionales. Lo que también extraña es que, siendo un enclave incluido en la Red de Yacimientos Visitables de la Comunidad de Madrid, así como Bien de Interés Cultural, no exista ninguna indicación para llegar, panelería explicativa ni información disponible para sus esporádicos visitantes. Por todos esos factores hemos querido que fuera este lugar, y no otro, el protagonista del primer Arqueovuelo.

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Localización de la Mina Grande y la Mina Chica (yacimiento de Espartinas). Fuente: Google Earth

Cuando llegas caminando a Espartinas es posible apreciar, en las zonas donde el terreno está más desprovisto de vegetación, cómo la sal parece rezumar del suelo. Esto se debe a que estamos pisando, hablando en términos geológicos, la Unidad Salina Central, formada durante el Mioceno Inferior (23-15 millones de años), cuando estos mismos terrenos constituían una zona lacustre y salobre. La combinación con un clima árido provocó que, tras la evaporación del agua, las sales se depositaran en el suelo, mezcladas con yesos y arcillas. Hoy en día los cursos de agua estacionales de la zona, ricos en cloruros y sulfatos, hacen aflorar de nuevo tan preciado elemento.

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Formación de cristales de sal en el arroyo de Valdelachica

Los arqueólogos han encontrado evidencias de la explotación de las sal de Espartinas al menos desde comienzos de la Edad del Bronce (hacia el 2000 a.C.). Para obtenerla, el método usado era llenar una vasija de cerámica con agua de la zona que, tras la evaporación por cocción, se rompía para obtener una torta de sal. El control de este recurso era clave para asegurar la supervivencia del ganado y la conservación de los alimentos, lo que pudo haber contribuido a la formación de élites durante la Protohistoria.

El sistema de explotación cambia durante la Edad Media. Hacia el siglo XII los documentos mencionan las balsas de evaporación, método que se mantuvo hasta los años 60 del siglo XX, última década de aprovechamiento de las salinas. Los cerros yesíferos eran perforados para la captación de las aguas salobres que, antes de ser encauzadas al sistema de balsas, pasaban por piletas de decantación con el fin de eliminar las impurezas. Las balsas de evaporación fueron impermeabilizadas con arcillas apisonadas  y alrededor tenían una estructura de madera perimetral que hacía las funciones de contención. En la actualidad es posible contemplar una de las balsas casi completa, ya que la madera ha quedado conservada gracias a la acción de la sal. Un recorrido minucioso nos permitirá observar restos de otras balsas cercanas, casi imperceptibles.

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Estructuras asociadas a la balsa de evaporación de Espartinas

En época moderna, además de la sal común, la explotación directa de las minas permitía extraer sulfato sódico, formado en el interior de las cuevas artificiales por precipitación química. Este material se utilizaba en la fabricación de sosa cáustica, jabones, vidrios, papel y blanqueantes. Sin embargo, la creciente implantación del ferrocarril a lo largo del siglo XIX supuso el abaratamiento de costes en el transporte de la sal marina, hecho que condenó a los sistemas de extracción de la sal “de interior” a una desaparición paulatina.

Los barrancos próximos al arroyo de Valdelachica cuentan, además, con la presencia de 15 yacimientos arqueológicos, de distintas épocas históricas y protohistóricas. Faltaría localizar algún enclave romano dedicado también a estas labores, como una villa, aunque su ubicación más probable fuese más cercana a la vega del Jarama. Es muy fácil también, en el recorrido que hace el arroyo y sus pequeñas ramificaciones y barrancos, localizar multitud de cuevas (hasta 42), conocidas como viviendas trogloditas, de las cuales es difícil saber su cronología sin realizar los pertinentes trabajos de excavación arqueológica, puesto que son utilizadas desde la Prehistoria hasta medidos del siglo XX.

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Cueva artificial con entrada doble en el entorno de Espartinas

Espartinas tiene una gran tradición de aprovechamiento de sus recursos y forma parte de un conjunto de salinas de interior situadas en la Meseta. Las salinas de Belinchón, Carcaballana, Quero, Belorado  o Villarrubia de Santiago fueron de vital importancia en el desarrollo de las poblaciones del interior peninsular. Como tal, merecen ser destacadas por su importancia histórica, etnográfica y geológica (cabe recordar que en Espartinas, año 1826, Rafael de Rodas y José Luis Casaseca encontraron uno de los pocos minerales descubiertos en España, la thenardita). Y es que hay sitios que, sin contar con grandes monumentos, ayudaron a construir culturas.

 

RECUERDA QUE:
  • Debemos tratar con respeto los restos arqueológicos para que todos los visitantes puedan disfrutarlos.
  • No debemos tocar las formaciones geológicas ni las deposiciones salinas.
  • Sé respetuoso con la naturaleza. Recuerda que estás dentro de un espacio natural protegido (Parque Regional del Sureste) y que existen especies animales y vegetales endémicas.
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